terça-feira, 14 de maio de 2013

La paloma blanca de Fidel Castro y el pajarito de Nicolás Maduro


INTERNACIONAL
Un «pajarito» también bendijo a Fidel
GUILLERMO LLONA@GUILLERMOLLONA / MADRID

Como Nicolás Maduro, el dictador cubano tuvo un encuentro místico con una ave durante su entrada triunfal en La Habana

ABC.ES
La paloma blanca de Fidel Castro y el «pajarito» de Nicolás Maduro
«¡Desde la vida eterna nos vigila!», advirtió Nicolás Maduro a sus compatriotas refiriéndose a su antecesor en el cargo. Durante una visita a la casa natal del difunto líder bolivariano Hugo Chávez, el actual presidente de Venezuela también quiso barrer para casa la espiritualidad de sus conciudadanos cuando confesó que el fundador del chavismo se le había aparecido en forma de «pajarito chiquitico». Se supone que de esta manera, post mórtem y transfigurado, Chávez bendijo a su sucesor. En cualquier caso, aquella revelación divina no fue la primera de los revolucionarios latinoamericanos: Fidel se le adelantó.

Tras la llegada de Castro a La Habana la noche del 8 de enero de 1959, el líder revolucionario -aún no comunista- dio un discurso durante el que una paloma blanca, de las muchas que a modo de celebración se habían soltado, se posó en su hombro derecho. La paloma, que simboliza al Espíritu Santo en la religión cristiana y al dios Obatalá de la santería -muy popular en la isla-, cargó de misticismo las palabras del nuevo mandamás. En ese momento, se hizo la magia: las palabras de Castro se convirtieron en sermón y aquel mitin en encuentro con la divinidad. «La gente pensaba que Fidel era el enviado de Cristo», contó Juan Almeida, el único comandante negro de la guerrilla que se había hecho con el poder en Cuba.

«La gente pensaba que Fidel era el enviado de Cristo»
Existen muchas teorías sobre el místico encuentro de Castro con aquella ave -como la que sostiene que habían impregnado el uniforme del barbudo con feromonas de palomo-, pero quizás la más popular sea la que dio a conocer el ya fallecido periodista cubano Luis Ortega. Según contaba este, Luis Conte Agüero, «una especie de sacerdote de la Revolución», entrenó a la paloma blanca para dotar de carisma a la llegada del líder revolucionario a La Habana. «Era una sorpresa que quería darle a Fidel Castro. Fue una noble idea. Aquella paloma, entrenada por él, iba a servir para subrayar el sentido histórico del movimiento. Iba a subrayar el carácter evangélico de la jornada revolucionaria. Sabía que Fidel era supersticioso y que se estremecería ante el milagro de la paloma», escribió Ortega.
Pero nada sucedió como Conte Agüero había previsto. En cuanto soltó la paloma, esta voló libre y se perdió en la oscuridad de aquella noche. Y entonces, cuando parecía que la tramoya se venía abajo, ocurrió: «Otra paloma apareció de no se sabe dónde y se posó en el hombro de Fidel. La nueva paloma era todavía más blanca y hermosa que la de Conte. Fue una revelación que dejó al pobre Conte temblando. Lo que él había preparado cuidadosamente como un truco de publicidad, se había convertido en un verdadero milagro», contaba Ortega.

«Si tú silbas, yo silbo»
Como Fidel, Maduro también tuvo un encuentro místico con una ave. Según aseguró, cuando se encontraba rezando solo en una capilla, apareció un «pajarito chiquitico». «Lo sentí ahí [a Hugo Chávez] como dándonos una bendición, diciéndonos: “Hoy arranca la batalla. Vayan a la victoria. Tienen nuestras bendiciones”. Así lo sentí yo desde mi alma», contó el actual presidente venezolano en el patio de la casa en la que nació el fundador del movimiento bolivariano, en la ciudad Barinas. Como el «pajarito» empezó a silbar, Maduro hizo otro tanto. «Me lo quedé viendo y también le silbé. “Si tú silbas yo silbo”, y silbé. El pajarito me vio raro, silbó un ratico, me dio una vuelta y se fue. Y yo sentí el espíritu de él, de Hugo Chávez», aseguró.

Desde entonces, y hasta el final de la campaña electoral venezolana, Nicolás Maduro ha recurrido en numerosas ocasiones a la imagen del «pajarito», ya sea de madera sobre un sombrero nicaragüense o vivito y coleando sobre su hombro, para ganarse el voto de los indecisos más supersticiosos. Puro «socialismo mágico.

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Manoel Messias Pereira

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