domingo, 30 de janeiro de 2011
A Contribuição do Povo Cubano para a luta anti-fascista
La contribución internacionalista del pueblo cubano a la lucha antifascista. A propósito del 65 Aniversario de la victoria sobre el fascismo
Angelina Rojas Blaquier
(I)
Recientemente el presidente de Rusia, Dimitri Medvedev, al hablar a los veteranos de la Gran Guerra Patria, les expresó que gracias a su lucha victoriosa contra el fascismo, Europa y Rusia tienen ahora presente y futuro.
Pero es necesario decir que también para el resto del mundo, y en especial para América Latina, aquella epopeya marcó un antes y un después en el devenir de sus luchas nacional liberadoras.
En la propia medida en que el fascismo fue avanzando, se fue patentizando el sentimiento solidario de las fuerzas democráticas y de la paz hacia aquellos ámbitos que iban quedando envueltos por el signo de la crueldad y la barbarie.
En aquella coyuntura, Cuba no fue una excepción. Bajo la dirección del primer Partido Comunista de Cuba, su pueblo, y en especial sus trabajadores, desde las primeras fintas del fascismo, se alinearon entre los luchadores más decididos contra ese engendro antihumano que causó y causa aún tanto dolor.
Una de las múltiples manifestaciones del fascismo en suelo alemán y su génesis anticomunista, fue la detención del valeroso dirigente obrero y comunista búlgaro Jorge Dimitrov, acusado injustamente de haber participado en el incendio del Reichstag, el 27 de febrero de 1933. También estaba detenido el dirigente de los trabajadores alemanes, Ernst Thaelmann.
En ese momento Cuba vivía una coyuntura revolucionaria. La dictadura de Gerardo Machado arremetía contra el pueblo, sus organizaciones populares y su partido comunista, los cuales ya atesoraban ocho años de justa lucha contra el Mussolini tropical de opereta, al decir de Julio Antonio Mella.
En esas condiciones, el primer Partido Comunista de Cuba, la Confederación Nacional de Obreros de Cuba y las secciones cubanas del Socorro Rojo Internacional (SRI) y de la Liga Antimperialista (LAI), entre otras organizaciones populares, se unieron al clamor mundial de defender la vida y la libertad de Jorge Dimitrov y Ernst Thaelmann. Para ello efectuaron acciones de diverso tipo en cuantas asambleas, mítines y otras demostraciones públicas que lograban realizar en condiciones represivas muy difíciles, a tiempo que denunciaban, desde muy tempranamente, el peligroso avance del fascismo por medio de volantes, hojas sueltas, pintura de paredes y en las publicaciones que con mucho esfuerzo y riesgo podían editar y distribuir algunos sindicatos obreros y el partido comunista.
El impacto de las luchas contra Machado hasta conseguir su derrota y el esfuerzo solidario internacionalista protagonizado por los sectores populares cubanos fue reconocido por el propio Dimitrov, quien luego de su excarcelación, en carta dirigida a Defensa Obrera Internacional (DOI), sección cubana del SRI, el 4 de julio de 1934, escribió: “Aún viven en mi recuerdo el interés y simpatía con que yo he seguido, durante mi estancia en la cárcel de Berlín, las luchas de los camaradas cubanos y los sucesos de Cuba”, para afirmar posteriormente: “El saludo que ha enviado vuestro primer congreso nacional demuestra que el Socorro Rojo de Cuba, que tiene ante sí grandes tareas en su propio país, participa igualmente en la lucha tan importante contra el fascismo alemán.”
Dimitrov, en la propia misiva, también exhortó a los trabajadores cubanos a continuar la denuncia del peligro de expansión fascista y a expresar su solidaridad con todos los prisioneros antifascistas confinados en cárceles y campos de concentración.
En marzo de 1935 la dictadura de Mendieta-Caffery-Batista, instaurada en el país para acabar con las luchas populares que no cesaban, aplastó brutalmente la huelga general que abarcó a las más diversas clases y sectores del país, logrando destruir temporalmente las distintas organizaciones sectoriales, a tiempo que sometía a tenaz persecución y encarcelamiento a los principales dirigentes comunistas y obreros.
Tan difícil situación, empero, no impidió la continuidad de la ayuda internacionalista de los cubanos. El 9 de octubre de ese propio año 1935, en un artículo publicado en el periódico Bandera Roja, órgano del PCC, se denunciaba el peligro que corría la vida de Thaelmann y se convocó al reforzamiento de demostraciones de protesta frente a la embajada y el consulado alemanes y a la realización de mítines, distribución de volantes, envío de telegramas y toda clase de protestas por la libertad inmediata del obrero de Hamburgo y de todos los prisioneros antifascistas que habían sido conducidos a las cárceles de diversos países por haberse identificado con el pueblo alemán frente al fascismo.
No menos importante fue el respaldo brindado por los comunistas y el pueblo cubanos a la hermana nación de Abisinia (Etiopía), agredida por la Italia fascista.
En un documento dado a conocer en julio de 1935, el Partido señaló: “El pueblo cubano, que conduce una tenaz lucha por su independencia, debe sostener con todas sus fuerzas la lucha del pueblo abisinio, contra la directa agresión italiana y contra las intrigas de la Inglaterra y la Francia imperialistas.”
La convocatoria a favor de Abisinia encontró también rápido eco entre los sindicatos, organizaciones juveniles, campesinas y otros agrupamientos de diverso tipo llegando a producirse importantes manifestaciones a favor de ese pueblo africano. Entre ellas se destacaron la realización de mítines y protestas frente a la embajada, consulados y comercios italianos para exigir la inmediata retirada del ejército de Mussolini de ese territorio, mientras que los trabajadores marítimos y portuarios se negaban a transportar productos para la Italia fascista.
En ese contexto solidario sobresalieron, por su significación, las manifestaciones de calle que se realizaban cada primero de agosto, fecha en la cual internacionalmente se realizaba lo que se llamó Jornada Internacional De Lucha Contra La Guerra Imperialista.
Pero el apoyo de los trabajadores y el pueblo de Cuba, orientado por los comunistas, también estuvo dirigido a respaldar la lucha de los pueblos de América Latina por las libertades democráticas y la independencia nacional de sus países, entre cuyos ejemplos más elocuentes se destacaron su identificación con la lucha heroica de Sandino en Nicaragua; con los trabajadores bananeros en San Salvador y Honduras; la gran campaña Pro Libertad de Luis Carlos Prestes y los 17 mil presos políticos en Brasil, y por la libertad de Rodolfo Ghioldi en Argentina y de Pedro Albizu Campos, incansable defensor de la democracia y la libertad de Puerto Rico.
No menos importante fue la solidaridad cubana con el pueblo mexicano, que llevó a la presidencia de la nación al general Lázaro Cárdenas, quien logró establecer y hacer avanzar desde el poder un sistema de democracia popular participativa inédito hasta entonces en la región.
Pero, sin lugar a dudas, la acción más significativa de los primeros años de lucha contra el avance del fascismo, y que por su importancia merece capítulo aparte, fue la contribución internacionalista brindada por el pueblo cubano a la República Española entre 1936 y 1939.
(II)
El respaldo del pueblo cubano a la victoria sobre el fascismo fue creciendo en la medida del fortalecimiento y la peligrosidad de ese enemigo. Por su contenido y trascendencia evidenció el desarrollo ascendente del sentimiento patriótico y la conciencia internacionalista de los diversos sectores populares de la nación cubana, especialmente los trabajadores.
Esa voluntad se puso de manifiesto, muy especialmente, en el aporte cubano a la defensa de la República española a partir de 1936, tierra donde casi mil cubanos expusieron sus vidas de manera generosa, mientras desde la propia Cuba un número indeterminado de miles de cubanos ofrecía su respaldo moral y su ayuda material a los combatientes antifascistas con incontables riesgos y sacrificios.
Tras una aplastante victoria electoral de los candidatos a concejales municipales republicanos sobre los monárquicos, el 14 de abril de 1931 fue proclamada la II República Española que llenó de proyectos, expectativas e ilusiones, especialmente a los obreros y los trabajadores rurales de diverso tipo, los pequeños comerciantes y artesanos, que veían en el sistema burgués republicano un terreno propicio para el desarrollo de sus luchas y la obtención de muchas de sus demandas. Pero en aquella república no cabían todos y después de numerosos enfrentamientos políticos desde las más diversas posiciones, en las elecciones de febrero de 1936, triunfó el Frente Popular. Ese hecho polarizó más aún a las fuerzas sociales hasta que, el 18 de julio, las fuerzas de derecha iniciaron un levantamiento militar falangista, encabezado por Francisco Franco, dirigido a poner fin a la República.
El movimiento mundial contra el fascismo y la guerra que amenazaba al mundo interpretó los sucesos de España como que en esa tierra se definiría la posibilidad de la toma revolucionaria del poder del proletariado, y con ella, la suerte del capitalismo a escala mundial. Ello favoreció la más activa solidaridad con los luchadores antifascistas españoles desde muchos países del mundo.
Los comunistas cubanos y el resto de las fuerzas de izquierda, enfrascados en ese momento en la concertación de la unidad popular a través de la organización de un frente único y popular capaz de enfrentar la situación política interna y luchar contra el avance del fascismo, llamaron de inmediato a la solidaridad moral, material y combativa con el pueblo español. De hecho, el sentimiento solidario con la República Española se convirtió en un fuerte elemento para la reconstrucción de la unidad destrozada en marzo de 1935 toda vez que la defensa de la República Española fue uno de los puntos centrales para conseguirla.
La tarea de organizar la ayuda a España le fue encargada al legendario dirigente comunista Ramón Nicolau González, quien de inmediato creó una comisión a tales efectos, integrada por representantes de diversas afiliaciones políticas y sociales aglutinados por su oposición al fascismo.
En ella figuraron, por el Partido Comunista, Joaquín Ordoqui Mesa, Víctor Pina Cardoso y el Dr. Luis Álvarez Tavío, capitán médico del disuelto Ejército Nacional; el teniente Emilio Laurent Dubert, jefe de la expedición de Gibara en 1931 y el teniente José A. Martínez Méndez, por el ala radical del autenticismo; el comandante Juan R. O'Farrill de Miguel, graduado de academia militar francesa y el capitán Jacinto Llaca Argudín, de tendencia política tradicional así como el alférez de navío Gastón Fernández Supervielle, de la disuelta Marina Nacional, quien después ingresó al Partido Comunista.
Dicha comisión desarrolló su labor de organización del reclutamiento, avituallamiento y traslado de los voluntarios a España en medio de la más estricta ilegalidad, debido a las muy adversas circunstancias para el movimiento revolucionario cubano.
Con el respaldo de numerosos compatriotas, se logró la preparación del primer grupo de internacionalistas, que partió el 15 de abril de 1937. La misma incluía la preparación de la documentación oficial para la salida del país; la vestimenta de los combatientes y un riguroso examen médico, que realizaban los doctores Luis Díaz Soto, Luis Álvarez Tavío, Pedro Rabiña Méndez y Gustavo Aldereguía. Dicho grupo estuvo integrado mayormente por militares de academia que habían figurado en los cuadros de oficiales de las fuerzas armadas disueltas en 1933, y que se unirían a las fuerzas republicanas españolas en calidad de especialistas. De este grupo vale recordar a Andrés González Lanuza, Julio Valdés Cofiño, Rafael Fernández Martén, Pedro Naranjo Dalmau y Jorge Agostini Villasana, quienes cumplieron con honor y entrega la misión encomendada, escribiendo heroicas páginas de lucha y de victoria, entre ellas en Teruel.
Simultáneamente en Estados Unidos se preparaba también el reclutamiento, mediante la organización de la brigada Abraham Lincoln. En ese país, bajo la dirección del militante comunista Gabriel Gelt (O'Hara), representante del PCC ante el PC de Estados Unidos, se organizó la integración a esa brigada de aquellos cubanos que, en ese momento en el vecino país, decidieron incorporarse a la guerra antifascista.
El contingente internacionalista cubano, sin precedente por su masividad, aunque no nuevo como expresión popular, estuvo integrado por hombres y mujeres de procedencia obrera, campesina y de las capas medias, deportistas, intelectuales de distintas profesiones, oficios y militancia política, los cuales inscribieron sus nombres en las listas de combatientes de Teruel, Gandesa, Madrid, Aragón, Guadalajara, Ebro, Carbanelles, Brunete, Guadarrama, Cuartel de la Montaña y otros muchos lugares y en las de sus muertos gloriosos, entre ellos, Florentino Alejo Fuentes, Rodolfo de Armas Soto, Santiago Candia León, Policarpo Candón Guillén, Florentino Flores, Homero Meruelos, Pedro Ortodovski, Moisés Raigorodsky Suria, Rafael Fernández Martén (jefe de la unidad Cuba), Alberto Sánchez Menéndez, Julio Valdés Cofiño y Pablo de la Torriente Brau, por mencionar a algunos de los 89 caídos registrados.
No menos importantes misiones cumplieron Pía Mastellar Maesa, María Luisa Laffita Juan y Rosa Pastora Leclère, como parte del grupo de mujeres cubanas que también dio su aporte internacionalista en tierra española.
Pero la solidaridad cubana con el pueblo español no se circunscribió a la participación en las brigadas internacionales. Simultáneamente en el país se desplegó un amplio movimiento de respaldo moral y cooperación material con los luchadores antifranquistas que se tradujo en la realización de numerosos mítines, manifestaciones y publicaciones de todo tipo que divulgaban los sucesos de España y exigían constantemente el respeto a la República Española y el aplastamiento del fascismo, a tiempo que, no sin esfuerzo, se hicieron importantes donaciones de azúcar gracias a largas jornadas de trabajo de los azucareros, transportistas y portuarios, quienes exigieron su envío a los dueños de centrales y al propio gobierno, hasta conseguirlo. También, fruto de donaciones del pueblo, pudo mandarse gran cantidad de leche, ropa, dinero, medicamentos, juguetes, material escolar y muchos otros artículos y productos; mientras en Sitges (Barcelona) se fundó la casa Cuba, bajo los auspicios de Rosa Pastora Leclère, quien, como presidenta del Comité Cubano de Ayuda al Niño Español, viajó a España para realizar esa hermosa labor hasta la caída de la República, cuando regresa a Cuba, aunque antes comprobó que “sus niños”, trasladados a Bélgica, estaban bien alojados.
El inicio de la Guerra Civil Española encontró a Cuba en un difícil momento político, cuando desde la ilegalidad y burlando la represión pugnaban por reconstruir sus organizaciones sindicales, estudiantiles, campesinas, femeninas e intelectuales, su Partido Comunista y sus agrupaciones sociales de izquierda, a fin de emprender una lucha exitosa por sus derechos y libertades democráticos, la legalidad de sus instituciones representativas; el logro de la amnistía para los miles de presos políticos y la convocatoria de una Asamblea Constituyente Libre y Soberana. En esa coyuntura, las grandiosas movilizaciones públicas de solidaridad con el pueblo español que la dictadura de Mendieta-Caffery-Batista no podía impedir, se fusionaron en la práctica con las demandas y el esfuerzo unitario y organizativo interno, convirtiéndose, de conjunto, en uno de los factores que contribuyó decisivamente a la obtención de importantes demandas populares a partir de 1937 y, sobre todo, a la forja de la unidad patriótica, revolucionaria y antimperialista del pueblo cubano.
Esa verdad fue bella y claramente expresada por Nicolás Guillén cuando en sus palabras en la sesión de clausura del Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura, el 16 de julio de 1937, expresó:
Yo quiero afirmar aquí esta noche una triple causa de adhesión en mí al pueblo español: como escritor, porque estoy convencido de que nadie puede serlo honradamente sin poner su esfuerzo al servicio de la defensa de la cultura; como cubano, porque mi país se halla también en lucha contra el fascismo, representado por una minoría que lo esclaviza y explota y de la misma calidad de la que alzó sus armas contra el gobierno legítimo de España; y como negro, porque el fascismo supone un dique a la universalización del espíritu humano, una frontera a la difusión de las más puras normas democráticas y un estúpido regreso a etapas que se hallan en vía de superación por el desarrollo de la sociedad.
(III)
El 22 de junio de 1941, Alemania invadió el territorio soviético, atrás habían quedado tratados y consideraciones que presumían esto no ocurriría. El control sobre Austria, Checoslovaquia, Polonia, Francia y otros territorios, les auguraba a los nazis una cruzada exitosa sobre el territorio soviético.
Pero los nazis no calcularon la respuesta del pueblo soviético y la repulsa universal a la operación Barbarroja, que se tradujo en el heroísmo defensivo-ofensivo de un pueblo que no sólo defendía su tierra y sus conquistas, sino la independencia y autodeterminación de todos los países del mundo, y en las acciones solidarias concretas desplegadas desde todos los confines contra la conquista hegemónica fascista del mundo.
El Frente Nacional Antifascista -FNA- se fundó en Cuba, a instancias de su partido comunista -entonces Unión Revolucionaria Comunista (URC)- y la Confederación de trabajadores de Cuba -CTC- el 9 de julio de 1941. Su dirección, presidida por Ángel Alberto Giraudy, miembro destacado del PRC(A), quedó integrada por representantes de diversos partidos, sectores y tendencias.
A partir de su creación se vertebró un fuerte movimiento popular de apoyo a los combatientes antifascistas, bajo la dirección de PURC, la CTC y el Frente Nacional Antifascista, cuya consigna central fue Todo para derrotar al fascismo. La misma se fundamentaba en que la conciencia antifascista debía ser el motor poderoso que contribuyera tanto a su derrota, como a la liberación de Cuba.
Dicha organización alcanzó un gran arraigo en Cuba, logrando constituir delegaciones en todo el país. Mediante ellas, el FNA, realizó un importante trabajo político para explicar a las masas lo que era el fascismo, y la importancia de la unidad para enfrentarlo, y logró la organización de numerosos, nutridos y combativos actos, mítines y otras actividades contra el flagelo que amenazaba con erigirse como nuevo gendarme mundial a través de Alemania.
Pocos días después, el 23 de julio de 1941, la CTC convocó a la Conferencia de Ayuda a la URSS. A ella asistieron delegados de más de 100 Comités de Ayuda a la URSS que se habían constituido en todo el país en respaldo a la URSS desde el momento en que se produjo la invasión fascista al hermano pueblo soviético. En la misma se acordó el envío de 40 mil sacos de azúcar y un millón de tabacos al pueblo soviético y exigir del gobierno el establecimiento de relaciones diplomáticas y comerciales con la Unión Soviética. Como parte de los acuerdos del foro, fue constituida la Asociación Nacional de Ayuda a la URSS y demás pueblos que luchan contra el fascismo. La naciente organización daba unidad a los organismos ya constituidos de ayuda a China, a Inglaterra, al presidente francés De Gaulle, etc. Fue, en esencia, el vehículo para la integración, fortalecimiento y ampliación del FNA mediante la participación de los trabajadores. Junto a la solidaridad internacional, la unidad popular contra el fascismo debía contribuir al enfrentamiento de todos aquellos aspectos de orden interno que favorecían el desarrollo de la tendencia fascista en el país, así como el cumplimiento del programa de democratización nacional.
Consecuente con sus propósitos, promovió la más amplia solidaridad material, moral y política del pueblo cubano con las naciones que combatían en los frentes de guerra, y con los que mantenían la resistencia en los países ocupados por el nazi fascismo.
El movimiento desplegado conjuntamente por el FNA, la CTC y el partido URC, hizo posible que los trabajadores, a veces con mucho sacrificio, entregaran días de haber como contribución a los frentes, e hicieran incontables donaciones y esfuerzos productivos.
Realizaron numerosos y multitudinarios actos públicos, entre ellos el que tuvo como consigna CERO HITLER en 1942. En esa ocasión, el FNA alquiló los frentes de todos los tranvías de La Habana, donde colocaron ese letrero, que durante varios días recorrió toda la ciudad.
A través de los noticieros radiales y los que se proyectaban en los cines, la prensa, y todos los medios cotidianos o eventuales de que podía disponer, el FNA divulgaba sus actividades, los detalles de la guerra, los avances del movimiento democrático frente a la opresión fascista e informaba acerca de la contribución cubana, de manera que su conocimiento llegara a la mayor cantidad de personas.
El FNA realizó un interesante trabajo de movilización y ayuda por sectores, de gran significación para la ampliación de la ayuda cubana y para la preparación política de sus integrantes y del resto de la población. En ella cabe destacar la unión de los artistas plásticos, quienes en la Acera del Louvre montaban exposiciones, pintaban murales y vendían caricaturas de figuras políticas importantes de aquel momento y otros temas de actualidad, cuyo importe entregaban al FNA. También los artesanos, con ese fin, confeccionaron y vendieron sus obras en actividades similares.
El FNA, a través de distintas actividades, vinculó a su labor a las minorías hebreas, chinas y otras residentes en el país, a las diversas capas sociales, y a organizaciones e instituciones de diversa índole, entre ellas la Cámara de Comercio, así como a importantes personalidades que dieron un valioso aporte, entre ellas, Juan Chabás, José A. Bustamante y Gustavo Aldereguía.
Más allá del valor de sus recaudaciones monetarias y materiales, implicaba el carácter político de sus acciones, en tanto contribución al avance del sentimiento unitario, a la trascendencia del concepto de lucha antifascista a las amplias masas, y a la vinculación de éste con la propia independencia nacional.
El Partido, a través del FNA, popularizó la esencia de lo que debía ser la proyección interna e internacional de la nación cubana: el aplastamiento de la reacción nacional y la materialización del orden democrático prometido desde 1940, enriquecido con las posibilidades que a su juicio propiciaba la nueva coyuntura bélica, que debía contribuir al fortalecimiento de una verdadera unidad democrática en el continente; y a respaldar con hechos políticos y materiales la lucha de los pueblos europeos. Tal sería una premisa indispensable para la contribución nacional y americana a la derrota del fascismo, e impediría que su presencia o sus consecuencias llegaran a los países del área.
A esos puntos se sumaron, junto a la exigencia del establecimiento de relaciones diplomáticas y comerciales con la URSS, la supresión de todo tipo de relaciones con los países fascistas, y la entrada práctica de Cuba en el frente mundial antifascista.
Con incontables esfuerzos los trabajadores y el pueblo cumplieron todas las consignas y tareas emanadas de la necesidad histórica de derrotar al fascismo. Junto a las largas jornadas de trabajo voluntario que fue necesario desarrollar para garantizar el envío a la URSS de los 40 mil sacos de azúcar y el millón de tabacos, los obreros de todo el país donaron días de salario, e incorporaron a sus demandas esenciales el establecimiento de relaciones diplomáticas y comerciales con la URSS, lo cual finalmente se logró el 17 de octubre de 1942. Para tan importante decisión en mucho incidió, además de la coyuntura internacional, la gran campaña desplegada por el partido URC, que recibió el respaldo activo de las organizaciones antifascistas, la CTC y las masas populares en general.
Los trabajadores y el pueblo también apoyaron resueltamente todas las medidas de guerra decretadas por el gobierno, exigieron la creación y se incorporaron masivamente al Servicio Militar Obligatorio y al Servicio Femenino de Defensa Civil; abogaron por la ampliación de todos los órganos de defensa civil y de movilización ciudadana; exigieron el cumplimiento de las disposiciones sobre los cultivos obligatorios y lucharon y reclamaron la organización de toda la producción nacional con vistas a las necesidades de la guerra, así como demandaron del gobierno el mantenimiento del más estricto control de la producción y distribución de los bienes de consumo, para impedir el agio y la especulación.
Mítines multitudinarios, el rodaje de películas que mostraban la catadura del fascismo; el desarrollo de la campaña Cero Hitler en 1942; la denuncia y enfrentamiento constante a los partidos y organizaciones reaccionarias que trataban de obstaculizar el movimiento antifascista; la creación del Comité de Amigos del Pueblo Chino; la labor por salvar a los prisioneros de la Guerra Civil Española; la información al país de la situación bélica a través de distintos medios de difusión y muy especialmente a través de un mapa gigante que, instalado en el Parque Central habanero, se actualizaba cada día con los detalles de la guerra, junto a otras muchas iniciativas y actividades, mantuvieron al pueblo en constante lucha hasta el momento de la derrota del fascismo.
A estas verdaderas hazañas de colaboración patriótica e internacionalista con la lucha antifascista, protagonizadas por el pueblo cubano, se hace imprescindible añadirle el hundimiento del submarino nazi U-176 cerca de las costas cubanas por el cazasubmarinos CS-13, gracias a la pericia del marino cubano Norberto Collado, quien posteriormente sería el capitán del yate Granma.
Tampoco faltó sangre cubana en suelo europeo integrantes del Ejército Rojo. En 1943 cayó el joven cubano Aldo Vivó durante la defensa de Leningrado, mientras el 30 de enero de 1945 lo hizo el combatiente Enrique Vilar Figueredo, luchando por la libertad de Polonia.
Pocos meses después el pueblo cubano festejó con alegría la victoria sobre el fascismo, cuando el 30 de abril de 1945, un sargento del Ejército Rojo colocó la bandera soviética en lo más alto del Reichstag, en Berlín, a tiempo que se hizo un importante llamado a la lucha por alcanzar la verdadera paz mundial.
En los meses que siguieron, además de expresar la satisfacción del pueblo de Cuba por la victoria aliada sobre el fascismo japonés, representantes de los diversos sectores populares cubanos enviaron delegaciones a los congresos de constitución de la Federación Sindical Mundial -FSM- la Federación Mundial de Juventudes Democráticas -FMJD- la Federación Democrática Internacional de Mujeres -FDIM- en cuyos primeros ejecutivos ganaron puestos de importancia representantes del heroico e internacionalista pueblo cubano.
Director: Félix Julio Alfonso López
Edición: Joanna Castillo Wilson Diseño: Alejandro de la Torre Chávez
Programación: David Muñoz Compte
Consejo asesor: Roberto Fernández Retamar, Eusebio Leal Spengler, Eduardo Torres-Cuevas, Jorge Ibarra Cuesta, María del Carmen Barcia Zequeira, Raúl Izquierdo Canosa, Sergio Guerra Vilaboy, Fernando Martínez Heredia, Rolando Rodríguez, Ana Cairo, Fernando Rojas, Rolando González Patricio y Felipe Pérez Cruz.
ISSN2075-6046 / RNPS 2223
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